Año Santo Compostelano 1965.
El 7 de agosto del Año Santo Compostelano 1965, tras cuarenta y cinco días caminando, llegaron a Compostela cuatro jóvenes peregrinos. Joaquín, Luis, José y Javier salieron de su Granollers natal con dieciocho años recién cumplidos y la ilusión de vivir una aventura que les abriese las puertas a una nueva etapa en su vida. Un Camino de Santiago que comenzó como una experiencia compartida entre cuatro amigos y que acabó con la ilustre bienvenida a Compostela del mismísimo Cardenal Quiroga Palacios, con una recepción en la oficina de Manuel Fraga, entonces Ministro de Información y Turismo, y que estuvo a punto de llevarlos hasta el Pazo de Meirás a visitar a Franco.
Era este un viaje decisivo, el final de una época, la de escolares en los Escolapios de Granollers, y el inicio de la vida adulta que los llevaría ya por destinos diferentes. Pero en estos cincuenta y seis años, ha quedado atesorado en su memoria el recuerdo de una vivencia inolvidable. Tanto, que Joaquín planifica volver a recorrer el Camino de Santiago este Año Xacobeo 2021, en esta ocasión, acompañado por su mujer.
En el año 2019, llegaron a Santiago cerca de 350.000 peregrinos y, de no ser por la pandemia del Covid, estas cifras seguirían la tendencia ascendente que experimentan desde el Año Santo Compostelano 1993, fecha de inflexión en la promoción de esta ruta. Ya desde los años ochenta, en los que Elías Valiña, “o cura do Cebreiro”, ideó el sistema de señalización de las flechas amarillas, llegar caminando a Compostela comenzó a ser una aventura un poco menos complicada. Pero partir desde Granollers, justo al otro extremo de la Península, en el año 1965, con poco más que la ilusión de cuatro amigos, es una cosa muy distinta.
La iniciativa.
Con los avances tecnológicos y de comunicaciones que hemos vivido en los últimos años, parece que nos cueste recordar cómo era el mundo en los años sesenta del siglo veinte. O imaginarlo. Pero tenemos que ponernos en los zapatos de cuatro amigos de dieciocho años que planifican las vacaciones de aquel verano 65, un verano que era distinto a todos los anteriores y que sería también diferente a todos los que vendrían después. El verano en el que cerraban su etapa escolar y comenzaban los estudios universitarios.
Veranos así, uno no puede más que celebrarlos y hacerlo, además, a lo grande, de un modo inolvidable. Por eso, de todas las ideas que pusieron en común Joaquín, Luis, José y Javier, la más sobresaliente fue emprender a pie una ruta que los llevaría desde Granollers hasta Santiago de Compostela. Más de mil kilómetros, diez veces más de la distancia requerida para conseguir la Compostela. Una gran ocasión para celebrar el Año Santo 1965 y, sin duda, una aventura que prometía ser apasionante y que, en realidad, acabó superando, con creces, las expectativas de los cuatro amigos.
Pero la odisea no consistía en ponerse a caminar sin más. Era necesario conseguir el soporte económico necesario para una ruta que, aparte de larga y emocionante, era, sin duda, incierta. Además de que no existía la señalización actual, ni la documentación de recorridos y mapas, tampoco se había establecido todavía la densa red de albergues y establecimientos hoteleros con los que contamos en la actualidad. Sin embargo, a Joaquín, Luis, José y Javier no les faltaban ideas ni iniciativa. Dirigieron una instancia al Ayuntamiento de Granollers solicitando apoyo económico. Este, no solo atendió su singular solicitud, sino que también les consiguió las credenciales del peregrino. A este soporte institucional, sumaron la subvención del periódico local, a cambio de enviar alguna crónica de sus aventuras en el Camino de Santiago. No les fue nada mal la iniciativa, para conseguir su sueño de ponerse a caminar hacia Compostela.
La aventura.
Desde Granollers, sin el trazado de una ruta oficial, emprendieron camino hacia Lleida, después rumbo a Zaragoza, de ahí a León y Astorga para enlazar con el Camino Francés hasta Compostela. Las tiendas de campaña, su primera opción para pasar las noches, no superaron los primeros kilómetros del recorrido. A los pocos días de empezar la ruta, tuvieron que pedir que se las recogiesen. Eran demasiado pesadas para realizar un recorrido tan largo con ellas a la espalda. No, por aquel entonces no existía el transporte de mochilas entre etapa y etapa.
Así, además de buscar las mejores sendas en dirección al oeste para avanzar en su Camino, los peregrinos tuvieron que ir buscando lugares donde pasar las noches. Pero si hay algo que viene siendo un denominador común a lo largo de cualquier ruta del Camino de Santiago, desde el siglo IX hasta hoy, es la hospitalidad de sus gentes. Así, Joaquín, Luis, José y Javier consiguieron no solo alojamiento, sino también alimento a lo largo de su recorrido. Y no solo en casas particulares, ya que llegaron a dormir en lugares tan pintorescos como la cárcel de Arzúa. Y no, no habían cometido delito alguno.
A medida que se acercaban a Santiago, además de la hospitalidad de los habitantes de las localidades por las que iban pasando, comenzaron a encontrarse con otras personas que también se dirigían a Compostela, pero en coche. Para aquel entonces, ya se había propagado a través de la radio la aventura de los cuatro amigos y los viajeros circulaban pendientes de encontrárselos a lo largo de su recorrido para pararse un rato a charlar con ellos y compartir sus víveres.
En los más de mil kilómetros que recorrieron desde Granollers a Santiago, apenas se cruzaron con unos pocos peregrinos más haciendo el Camino de Santiago a pie hacia la tumba del Apóstol, nada que ver con la ruta actual, en la que el flujo es prácticamente constante y la soledad una excepción.
La llegada a Compostela.
Si hubo en el siglo XX una figura eclesiástica comprometida con las peregrinaciones y el fenómeno jacobeo, ese fue el Cardenal Quiroga Palacios. Convencido del potencial de la ruta y de su capacidad para volver a situar a Compostela en el mapa de Europa, se esforzó en que los Años Santos que le tocó organizar tuviesen proyección fuera de Galicia, como aquel Año Santo Compostelano 1965. Así, con la llegada de los cuatro peregrinos catalanes, celebró una recepción para darles una calurosa bienvenida a Compostela, y se ocupó de que les diesen alojamiento en el Burgo de las Naciones.
También Manuel Fraga, entonces Ministro de Información y Turismo, se encargó de hacerles llegar primero una subvención de cinco mil pesetas para gastos, y los invitó después a su despacho en Coruña, donde les recibió varios días más tarde. Incluso llegó a proponerles que visitasen el Pazo de Meirás para encontrarse con Franco, que estaría encantado de conocerlos. Esta invitación, sin embargo, tuvieron que declinarla. Franco tardaría todavía dos semanas en llegar a Galicia, y Joaquín, Luis, José y Javier debían volver ya a casa.
Una vez de regreso a Granollers, sus vecinos organizaron un desfile para dar la bienvenida a Joaquín, Luis, José y Javier, capaces de haber culminado una hazaña al alcance de pocos en aquellos años. También muchos medios se interesaron en la aventura de los cuatro amigos, e incluso Televisión Española les hizo una entrevista en los Estudios Miramar, en Barcelona.
Volver al Camino.
Joaquín, que es el que nos cuenta esta apasionante historia, está ya jubilado y vive en el sur. En este año 2021 ha planeado volver al Camino de Santiago. Es, de nuevo, Año Santo Compostelano, igual que aquel verano del 65. En esta ocasión, recorrerá la ruta con su mujer. Sin duda, ella tendrá al mejor de los guías, y podrá recordar con él, de primera mano, cómo eran los paisajes y sus gentes hace cincuenta y seis años y, claro, también cómo eran ellos entonces.
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