Las tumbas del Apóstol Santiago en Compostela
La presencia de los restos del Apóstol Santiago el Mayor en la localidad de Compostela ha dado lugar a uno de los mayores fenómenos de peregrinación de la cristiandad, el Camino de Santiago. Junto con Roma y Jerusalén, Compostela representa uno de los tres grandes destinos de peregrinación de la fe cristiana, aunque, actualmente, la Ruta Jacobea va mucho más allá de esa significación religiosa. Desde la Edad Media hasta hoy, son millones los peregrinos que han llegado hasta Compostela. En la actualidad, a la motivación religiosa se han sumado otras.
El Camino de Santiago es una aventura, una experiencia en contacto con la naturaleza, una vía de conocimiento, un recorrido cultural, un viaje interior, una travesía espiritual, una odisea para el cuerpo, una romería en la que conocer gente o un tránsito en el que disfrutar de la soledad, incluso una ruta gastronómica. Pero no debemos olvidar que la razón primigenia y original que ha dado lugar a lo que hoy entendemos con tantos significados fue el hallazgo, en el s. IX, de la tumba del Apóstol Santiago en lo que era el Bosque Libredón.
De la decapitación en Palestina al enterramiento gallego
Muchas son las dudas acerca de la presencia en vida del Apóstol Santiago el Mayor en la Península Ibérica. Algunas leyendas lo sitúan en la zona de Zaragoza, donde se le habría aparecido la Virgen del Pilar, o incluso en plena Costa da Morte, donde se le habría aparecido la Virgen de la Barca. Lo que sí se sabe es que Santiago de Zebedeo murió en Jerusalén en el s. I, decapitado por orden del rey Herodes de Agripa. ¿Cómo acabó entonces enterrado en el noroeste de la Península Ibérica?
La Traslatio, de Palestina a Padrón en una barca de piedra
Tras haber apresado y dado la orden de decapitar a Santiago el Mayor, el primero de todos los Apóstoles que sufrió martirio, el rey Herodes prohibió darle sepultura cristiana en Palestina. Por ello, dos de sus discípulos, Teodoro y Atanasio, decidieron trasladar su cuerpo. ¿A qué lugar? Pues según cuenta la historia, al más lejano al que hubiese llegado en su evangelización en vida, aunque también se dice que ninguno de los tripulantes de aquella barca tomó decisión alguna, ya que ésta habría navegado sin guía ni timón hasta las costas de Gallaecia.
La cabeza del Apóstol Santiago permaneció en Jerusalén y, actualmente, se encuentra en la Catedral de Santiago de la Ciudad Santa. La barca que trasladaba su cuerpo, al que acompañaban Teodoro y Atanasio atracó en la costa gallega y fue amarrada en un poste de granito en la entonces localidad romana de Iria Flavia. Este hito, que era una antigua ara romana, se conoce como Pedrón y se conserva en la Iglesia de Santiago de la localidad de Padrón, que debe su nombre a este hecho.
Son muchas las historias que se cuentan acerca del periplo que realizaron Teodoro y Atanasio por tierras gallegas antes de conseguir dar sepultura al Apóstol Santiago, la mayoría de ellas relacionadas con los engaños a los que fueron sometidos por la Reina Lupa, señora pagana de esos territorios.
El destino final y feliz primer enterramiento de los restos de Santiago sería una necrópolis romana que, con el paso de los siglos, quedaría oculta bajo la espesura del Bosque Libredón. A su muerte, Teodoro y Atanasio serían también enterrados junto al Apóstol Santiago.
El descubrimiento de la tumba del Apostol Santiago, ocho siglos después
Desde el siglo I hasta el siglo IX, esta primera tumba del Apóstol Santiago habría permanecido oculta, hasta que un ermitaño de nombre Paio y que habitaba en la zona de San Fiz de Solivio descubrió el enterramiento. De inmediato, avisó al obispo Teodomiro de la diócesis de Iria Flavia, que una vez visitó el lugar, certificó que aquel era el sepulcro del Apóstol Santiago. A su vez, el obispo Teodomiro hizo llamar al rey Alfonso II el Casto, que dejó la sede de la corte en Oviedo para caminar hacia Compostela. Alfonso II el Casto es considerado el primer peregrino de la historia y esta ruta iniciada por él, entre Oviedo y Compostela, se denomina, por ello, el Camino Primitivo.
Fue también el monarca el que dio la orden de construcción de una pequeña iglesia en el lugar donde se hallaba la tumba del Apóstol Santiago para que los creyentes pudiesen honrar sus reliquias.
La Catedral que acoge la tumba del Apóstol Santiago
Fue en el año 1075 cuando se comenzó a construir la actual Catedral de Santiago de Compostela sobre aquella pequeña iglesia que mandó alzar el rey Alfonso II el Casto sobre la tumba del Apóstol Santiago. Iniciada en estilo románico, que es el que conserva en el interior, ha sufrido distintas reconstrucciones a lo largo de los siglos, incorporando diferentes estilos acordes con cada una de las épocas.
La desaparición de los restos del Apóstol Santiago
Durante esos siglos, Santiago de Compostela se consolidó como destino de peregrinación, pero la situación geográfica de Galicia y sus muchos kilómetros de costa la han hecho vulnerable a los ataques por mar a lo largo de casi toda su historia y también campo de batalla de los conflictos geopolíticos y religiosos entre España e Inglaterra. Así, en el s. XVI, el pirata Francis Drake se encaminaba a Galicia para acometer un saqueo respaldado por a protestante Reina Isabel I, que incluiría el expolio de las reliquias del Apóstol Santiago.
Pero aparte del temor al ataque del pirata Francis Drake, rondaba en el s. XVI otra amenaza que podía alejar las reliquias del Apóstol Santiago de Compostela, y no era otra que el afán del rey Felipe II por reunir el mayor número de reliquias en el Monasterio del Escorial. Este monarca, descrito como tremendamente devoto, maniático e incluso obsesivo, llegó a reunir casi siete mil quinientas piezas procedentes en su mayoría de España, pero también algunas de otros países europeos.
Para proteger los restos del Apóstol Santiago de estas amenazas, el arzobispo San Clemente las ocultó de un modo tan eficiente que, tras su muerte, fue imposible saber dónde se hallaban.
Tuvieron que pasar casi tres siglos hasta que el tosco sarcófago en el que se ocultaron los restos del Apóstol Santiago, junto con los de sus discípulos Teodoro y Atanasio fueron descubiertos de nuevo.
Hasta ese momento, y a lo largo de casi trescientos años, las peregrinaciones a Santiago de Compostela descendieron de modo más que considerable, ya que visitar un lugar Santo sin reliquias que venerar, carece de todo sentido.
La construcción de la cripta actual
A finales del s. XVII, el cardenal Miguel Payá dio orden de realizar una excavación en el entorno del altar mayor de la Catedral de Santiago de Compostela, tratando de localizar las reliquias extraviadas. El veintinueve de enero de 1879, estas excavaciones dirigidas por Antonio López Ferreiro y José María Labín Cabello lograron dar con tres conjuntos de huesos. Un estudio forense los identificó como a tres varones del s.I. De todos ellos, se sabría cuál pertenecería al Apóstol Santiago porque le faltaba un trozo de hueso que el arzobispo Diego Xelmírez habría enviado a Italia en el s. XII. Este hallazgo no solo significó la recuperación de los restos perdidos, sino que supuso que se pusiera en marcha la certificación de su autenticidad, con la bula del Papa León XIII Deus Omnipotens en el año 1884.
A continuación, se pondría en marcha la reconstrucción de la cripta, que resultaría en la construcción que podemos visitar actualmente bajo el altar mayor de la Catedral de Santiago de Compostela. El taller del platero de la Catedral, José Losada de Dios se encargó de realizar la urna, diseñada por el propio Antonio López Ferreiro. El 27 de julio de 1886 los restos del Apóstol Santiago, junto con los de Teodoro y Atanasio fueron depositados en esta urna de plata de ciento treinta centímetros de largo, por cincuenta de alto y setenta de fondo.
Desde ese momento, la tumba del Apóstol Santiago continúa siendo visitada por cientos de miles de personas cada año, un sepulcro que sustenta la base de la Catedral de Santiago de Compostela y también la existencia de la propia ciudad.
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